Antes de que decidieran montar el primer observatorio turístico y educativo en el Cajón del Maipo, a Leopoldo y Manuela se les había ocurrido otra idea. Dejarían sus trabajos como bibliotecarios en Santiago para gozar de una nueva vida en El Melocotón. Por eso, a mediados de la década del 90, fundaron Los Nogales de Roan Jasé: un amigable, acogedor y familiar complejo turístico en donde se puede acampar, arrendar cabañas y disfrutar de las delicias caseras de su restaurante.
Así, comenzaron su nueva vida. La hospitalidad con sus huéspedes se convirtió en su nuevo trabajo. Y fue en el intercambio y en el diálogo con cada una de las personas que pasaban por allí, que a Manuela se le prendió la ampolleta. Una mañana, una pareja que se hospedaba en una de las cabañas le comentó que, la noche anterior, ella y su novio habían sacado el colchón a la terraza y que allí se habían quedado dormidos, mirando las estrellas por horas y horas sin poder creerlo. «¡Vimos estrellas fugaces!», le contaron.

Y claro, a tan sólo 60 km de Santiago, el Cajón del Maipo es un lugar ideal para quedarse atónito mirando el cielo. Leopoldo explica: «Nos favorece el cordón montañoso. La curvatura que hace el camino hacia el sur, pasando El Colorado, evita que nos llegue el reflejo de la ciudad». Y Manuela ejemplifica: «Las montañas actúan como una cortina que no deja pasar la luz que emite Santiago». Gracias a ese velo, que hace que se apague la ciudad y se encienda el firmamento, tanto Leopoldo como Manuela comenzaron a enamorarse de las estrellas, de la luna y de todos los planetas.
Así fue que comenzaron a visitar diferentes observatorios turísticos de Chile y se convirtieron en verdaderos aficionados de la astronomía. Entonces, generaron vínculos y empezaron a conocer gente que también disfrutaba de apuntar telescopios al cielo, de estar toda la noche a la intemperie y hasta de pasar frío para poder observar algo allí arriba que todavía no hubieran visto. Les contaron historias, mitos, leyendas sobre las estrellas, como la de que Escorpio picó a Orión para que no violara a Artemisa (La Luna). Y que por eso, estas dos constelaciones están tan separadas y cuando una sale por el horizonte, la otra se oculta por el lado opuesto.
En fin, descubrieron un mundo distinto e hicieron muchos amigos nuevos. Por eso, en el año 2009 se decidieron y, tras haber conseguido un Capital Semilla a través de la Cooperación de Fomento de la Producción (www.corfo.cl), compraron un telescopio Dobson fabricado en Chile por Mauricio Fernández. Luego, invirtieron su propio dinero en la construcción del observatorio que hoy en día tiene un techo corredizo y lleva casi cinco años funcionando. Y allí, Manuela y Leopoldo se pasan horas y horas mostrando a sus visitantes la infinidad de cuerpos celestes que pueden verse en el hemisferio sur.
Según la hora, la noche y la época del año, debemos recordar que el mapa estelar que nos sorprende es siempre diferente. Así, las civilizaciones antiguas asociaban la aparición de ciertas constelaciones en determinados puntos del cielo, con distintos fenómenos y sucesos. Por eso, cada visita al observatorio puede resultar en una experiencia aleatoria donde siempre se observen cosas diferentes.
Manuela se prepara antes de la observación y consulta con su computador, qué es lo que más vale la pena observar cada noche. Y si no hay nubes, abre el techo del observatorio y comienza a señalar con su poderoso láser verde diferentes puntos en el cielo. Traza constelaciones. Nos cuenta cuál es el nombre que les dieron los griegos y, acto seguido, nos dice su nombre mapuche. Así compara historias y culturas. Luego, marca diferentes tipos de cúmulos de estrellas y nos invita a observarlos a través del telescopio. Allí, descubrimos que hay cúmulos globulares (donde se encuentra una agrupación bien densa de estrellas con forma de esfera) o abiertos (que son menos densos y sus estrellas se encuentran más esparcidas). También nos muestra nebulosas, planetas, la luna y sus cráteres y hasta el anillo de Saturno.


Tanto Manuela como Leopoldo aman recibir gente que esté interesada en subir a mirar el cielo con ellos. Son perfectos anfitriones y ofrecen extensas y amigables veladas en las que todos aprenden muchísimo. Con la llegada de la primavera, comenzarán a recibir más visitantes que nunca. Porque con el buen clima y el cielo limpio de nubes de la primavera y el verano, casi todas las noches es posible hacer observación en el Cajón del Maipo.
El observatorio de Los Nogales de Roan Jasé los espera. Es posible ir solos o en grupo. Pero es una actividad ideal para hacer en familia. Para los niños, hay muchísimo material didáctico y, previo a la observación, Manuela y Leopoldo dan charlas en las que inician a los recién llegados en el mundo de la astronomía.